Domingo.

No hay nada mas hipocrita que los Domingos en casa.
Si, esos días que mama se levanta temprano y batiendo las palmas (vaya uno a saber porque) nos arranca de la cama y nos pone en las manos los guantes, la lavandina y los distintos tipos de escobillones y lampazos que vamos a usar en lo que resta del día. Por supueso mañana es lunes y vamos a traer a las visitas de la semana, asi que la excusa es que todo tiene que estar perfecto…
Perfecto ¿entienden? Es eso lo que me enerva, que da una imagen de la casa; de la mesa, la ratona, la biblioteca y la alacena de la abuela, que no es la normal. Si el estado de la casa es el Caos absoluto, una manifestación del desorden universal, con mama gritandonos que dejamos vaya a saber que afuera de la heladera, o que no usamos los paños absorbenes, o que los cuchillos van de menor a mayor “Dios me ayude si me usaste mal uno de los Essen que los compre que la sangre no se quita…” como ese otros cientos que no se si los inventa o los tiene gaurdados ahi en la punta de la lengua; digo, si ese es el estado habitual de la casa; todo lo que le mostramos a las visitas es una mentira y, despues de todo, lo menos que le debemos a las visitas es un poco de honestidad aunque sea…
Alla por el baño, Mama grita y explica a los gritos que el Blem amarillo es mejor para las manchas recientes, mientras mi hermana le recuerda que lo hicimos el jueves a la noche y que las huellas ya no están recientes ni en pedo.
Mientras escucho que se acercan, hago como que estoy en otra, y me concentro en el cepillo y en el suelo; frotando, adelante, atras, adelante, atrás, adelante, atrás; escurrir y volver a empezar rogando que el agua roja no se me derrame en lo que ya limpie.
Por fortuna, las partes espesas y los cachos grandes quedaron todas en la habitación…
Papá debe andar a las puteadas.

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